10 enero 2009

El Cuadernito IX

Cuando faltaban unos minutos para cerrar la biblioteca, Gloria se ocupaba en reclasificar meticulosamente los libros devueltos en el transcurso del día. De vez en cuando, cuando pensaba que nadie la miraba, Gloria contemplaba con admiración religiosa algún volumen al que le tenía especial aprecio y, discretamente, lo acercaba a su rostro para oler sus pastas.

Sin lugar a dudas, Gloria era la más eficiente encargada que había conocido biblioteca alguna. No solo la -aún- joven viuda amaba cada aspecto de los libros sino que, además, poseía la conveniente cualidad de ser una admiradora de la quietud.

El único sonido que Gloria disfrutaba tanto como para alejarla del silencio y la quietud a los que era adicta, era el sonido de la música.

1 comentario:

Ricardo Peláez Goycochea dijo...

Excelente prosa.
Un fantasma recorre el mundo, es el fantasma de las narraciones aderezadas con imágenes.
El misterio vuelve complices a ambas creando una papirola que vuela de cabeza en cabeza.