15 enero 2009

El Cuadernito XIV

Levanto el aparato telefónico y marco tres números. Me detengo. Aborto la llamada con el índice y cierro los ojos. Últimamente se ha vuelto difícil acceder a mi memoria. Los números y los apellidos son las primeras víctimas.

Segundo intento. Después de un pequeño esfuerzo mental, marco los tres primeros números y luego, con soltura creciente, los siguientes cuatro. El teléfono llama una vez, dos, tres, nueve veces. Es una casa grande.

- ¿Bueno? -responde finalmente mi madre- ¿Bueno? -trago saliva antes de contestar.

- Hola mamá. Soy yo, Sergio.

- ¿Checho? ¿Checho María? ¿En verdad eres tú? -mi madre siempre parece sospechar que es un impostor el que le habla- ¿Qué pasó mijito? ¡Uy, qué milagro! Con razón está nublado, ¿cómo estás mijo? ¿todo bien?

- Todo está muy bien mamá -suspiro- en realidad, te llamo para avisarte que voy a ir para allá... a visitarte, por supuesto, pero, además, porque tengo que ir a Cuévano a investigar... algo, algo para un libro que tengo en mente y, con el cuál, de hecho, tú puedes ayudarme mucho.

- ¡Ay, Checho! sí serás vaciado, ¿en qué te podría ayudar una vieja como yo?

Explico someramente algunos detalles sobre mi próximo viaje y sorteo algunas preguntas sobre mi reciente divorcio. Mi madre queda encantada de lo primero y frustrada por lo segundo.

- Entonces aquí te espero mañana, mijito -me dice con tono conclusivo- te vienes con cuidado, no manejes muy rápido porque parece que va a llover. Adiós.

- No te preocupes mamá, nos vemos maña... -me interrumpe el característico tono tartamudo que me avisa que mi madre ya ha colgado el teléfono.

Decido hacer el viaje en mi automóvil. No es muy cómodo, pero es conveniente si se presenta la necesidad de transportar cajas o documentos. Betty se une al plan al ser imposible encontrar quién la cuide con tan poco tiempo de antelación. Lleno el tanque de gasolina a las nueve de la mañana y, aún con esa excitación habitual que se tiene cuando se aborda un nuevo proyecto, dirijo mi Fiat al noroeste.

Es casi la una de la tarde cuando diviso, a lo lejos, las múltiples torres de las múltiples iglesias que caracterizan a la ciudad de Cuévano. Es casi la una de la tarde. Es casi hora de comer.

No hay comentarios: