13 enero 2009

El Cuadernito XII

Para distraerse, Gloria leía, o, más bien, fingía leer una novela policiaca. En la opinión de Gloria, las novelas policiacas olían a tabaco picado. A tabaco picado con algo más.

...Mire señor Johnson, en verdad es muy curioso este caso...
Tal vez ha pasado muy poco tiempo, pero, ¿cuánto es suficiente? ¿un año? ¿dos? ¿diez?...la posición del cuerpo es de lo más singular...Por supuesto, el maestro Rivera-Reyes no es lo que yo llamaría un hombre guapo, pero es muy educado y culto...Los dos hombres se inclinaban sobre el cadáver que yacía frío y torcido sobre la silla inclinada... Además, tal vez Gregorio necesite a alguien y al maestro parece gustarle mi muchacho ...Su cuello se doblaba en un ángulo imposible contra una de las patas delanteras...

Gloria aderezaba su lectura con té verde. Un hábito adquirido.

Gregorio dormía hace una hora. Gloria fingía que leía. Fingía para si misma.

...Pero lo que más llamaba la atención a Joseph Bell era el fétido aroma que despedía la boca del cadáver. Una mezcla de tabaco picado y almendras amargas...Ha pasado casi un año. Al principio Gregorio me preocupaba, se le veía muy triste...El que ha hecho esto -declaró el doctor Bell- Quiere hacernos pensar que el profesor Burguer murió desnucado aquí, en esta silla...Ahora, más bien parece ausente...Pero la realidad es otra. Señor Johnson, el profesor Burguer murió envenenado, lejos, lejos de este lugar sin duda...

Las primeras notas de la Serenata en Fa sostenido menor, obra de Francisco Tárrego, se filtraron por la ventana interrumpiendo realidad y ficción con compases de 6/8. Gloria se sintió aliviada de ser interrumpida y, después de oler fugazmente las pastas del libro, se levantó para oír mejor el improvisado concierto.

Las pastas olían a tabaco picado. A tabaco picado con almendras amargas.

1 comentario:

patricio.betteo dijo...

Intercalar pensamientos con la lectura. Malo para el cerebro, malo para el libro, bueno para el blog.
Siga, siga.